La sostenibilidad se ha convertido en una de las palabras más repetidas del mundo financiero. Bonos verdes, préstamos sostenibles, inversiones ESG… todo suena comprometido con el planeta. Sin embargo, no todo lo que se presenta como “verde” lo es realmente. En un contexto donde cada vez más empresas buscan vías de financiación alternativa, entender qué es la financiación verde y cómo evitar el greenwashing (la sostenibilidad aparente) es esencial para mantener la credibilidad y la confianza.

Qué es la financiación verde

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el financiamiento verde incluye “todos los instrumentos financieros que canalizan recursos hacia actividades que generan beneficios ambientales medibles”.

De forma práctica, hablamos de préstamos, bonos o inversiones cuyo destino está vinculado a proyectos de energía renovable, eficiencia energética, gestión de residuos, movilidad limpia o cualquier iniciativa que contribuya a mitigar el cambio climático.

La Organización Internacional de Normalización (ISO) añade que las finanzas verdes forman parte de las finanzas sostenibles, es decir, aquellas que además de criterios ambientales incorporan factores sociales y de gobernanza (los conocidos criterios ESG).

Esta distinción es importante: toda financiación verde es sostenible, pero no toda financiación sostenible es verde. Por ejemplo, un préstamo orientado a promover la igualdad de género o la educación puede ser sostenible sin tener un componente ambiental directo.

Bonos verdes, préstamos sostenibles y crowdlending con impacto

En España y Europa, la financiación verde se canaliza principalmente a través de tres instrumentos:

  1. Bonos verdes.
    Son emisiones de deuda en las que el emisor (empresa o institución) se compromete a destinar los fondos a proyectos medioambientales. La Bolsa y Mercados Españoles (BME) señala que los bonos verdes “han pasado de ser una tendencia a una categoría consolidada dentro de las emisiones ESG”.

  2. Préstamos verdes o sostenibles.
    Son operaciones de crédito en las que el tipo de interés o las condiciones varían en función del cumplimiento de determinados objetivos ambientales o sociales.

  3. Crowdlending con impacto.
    En el ámbito de la financiación alternativa, varias plataformas europeas permiten a los inversores financiar proyectos sostenibles de forma directa. El objetivo es unir rentabilidad y propósito, generando retorno económico mientras se apoya la transición energética o la economía circular.
    En España hay modelos de inversión colectiva en eficiencia energética, energías renovables o movilidad sostenible.

El reto del greenwashing financiero

Con la popularidad de lo “verde” también ha llegado el riesgo del greenwashing, es decir, la práctica de presentar inversiones o productos financieros como sostenibles sin pruebas verificables.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advierte que la falta de transparencia y de métricas comunes puede “distorsionar el mercado verde y reducir la confianza de inversores y consumidores”.

El greenwashing no sólo afecta a los grandes fondos internacionales. Las pymes y plataformas de financiación alternativa también están expuestas, especialmente cuando comunican proyectos “verdes” sin disponer de auditorías o indicadores de impacto claros.
En la práctica, esto puede traducirse en una pérdida de reputación, sanciones regulatorias o exclusión de inversores institucionales que aplican criterios ESG estrictos.

Cómo evitar el greenwashing: tres claves prácticas

1. Definir objetivos medibles y verificables.
Toda financiación verde debe asociarse a metas concretas (por ejemplo, reducir un 20 % las emisiones de CO₂ o sustituir el 50 % del consumo energético por renovables).
Los estándares internacionales como los Green Bond Principles o la Taxonomía de la UE establecen marcos de referencia para medir ese impacto.

2. Auditar y reportar resultados.
Las empresas que solicitan o emiten financiación verde deberían elaborar informes de sostenibilidad auditados.
Esto incluye detallar la metodología de cálculo, las fuentes de verificación y los resultados obtenidos.
Cada vez más pymes recurren a consultoras especializadas o herramientas digitales para preparar este tipo de documentación.

3. Comunicar con transparencia.
No basta con afirmar que una inversión es “sostenible”: hay que explicar cómo y por qué.
Las plataformas fintech y las pymes que apuestan por la financiación alternativa pueden diferenciarse si ofrecen información clara, accesible y comparable.
Según el BID, la transparencia es “la mejor garantía para construir confianza en el mercado de las finanzas verdes”.

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