La educación financiera ha pasado de ser un asunto académico a convertirse en un tema de competitividad y bienestar social. En un contexto de digitalización acelerada, inflación y nuevos modelos de inversión, comprender cómo funcionan los productos financieros es tan esencial como saber gestionarlos. En España, el sector fintech —un ecosistema en plena expansión— tiene en sus manos una oportunidad única: acercar la educación financiera a la ciudadanía y a las empresas a través de la tecnología.

Así lo destaca la Asociación Española de FinTech e InsurTech (AEFI) en su análisis El papel del sector FinTech en la nueva educación financiera.

El estudio subraya que las fintech no solo innovan en productos, sino que están redefiniendo la forma en que los usuarios aprenden a relacionarse con el dinero: desde aplicaciones que simulan inversiones hasta plataformas que integran contenidos educativos, alertas inteligentes y asesoramiento personalizado.

España ante el reto de la alfabetización financiera

Los niveles de educación financiera en España siguen siendo moderados. Según el Banco de España y la CNMV, sólo el 58 % de la población adulta puede responder correctamente a tres preguntas básicas sobre inflación, tipos de interés y diversificación de riesgo (Encuesta de Competencias Financieras 2023).
Además, la OCDE advierte que los conocimientos financieros son especialmente bajos entre los jóvenes y las pequeñas empresas, justo los segmentos donde las fintech están ganando terreno.

Frente a este escenario, el ecosistema fintech aporta algo que los sistemas tradicionales no han conseguido: acceso, inmediatez y lenguaje digital. Tal como explica la AEFI, “la educación financiera ya no pasa solo por manuales o talleres presenciales, sino por la interacción diaria del usuario con su propia herramienta financiera”.

Fintech como escuela cotidiana de finanzas

La transformación del aprendizaje financiero pasa por incorporar la educación en el uso diario de los servicios digitales.
Un estudio del European Investment Fund (EIF), Addressing Financial and Digital Literacy Challenges for Inclusive FinTech Organisations  (2024), destaca que las plataformas fintech inclusivas están integrando funciones pedagógicas —simuladores, seguimiento de inversiones, avisos de riesgo— que mejoran la comprensión del usuario y reducen comportamientos financieros impulsivos.

Asimismo, el informe de Funcas (2024) Financial education and how to improve it subraya que las fintech pueden ofrecer “educación personalizada en tiempo real”, adaptando la información al perfil, edad o nivel de riesgo del usuario.

Este aprendizaje experiencial —aprender haciendo— convierte a las fintech en laboratorios cotidianos de educación financiera. El usuario no solo recibe un producto, sino que aprende sobre su propio comportamiento financiero, visualiza objetivos, analiza costes y corrige errores con ayuda de la tecnología.

 Tres formas en que las fintech impulsan la educación financiera

1. Simulación y visualización del riesgo
El uso de dashboards, gráficas y proyecciones interactivas ayuda a comprender conceptos que antes eran abstractos: coste del dinero, rentabilidad, plazos o impacto fiscal. Esto traduce la teoría financiera en experiencia práctica.

2. Personalización del aprendizaje
La inteligencia artificial permite adaptar los contenidos educativos al comportamiento del usuario. Quien muestra tendencia a endeudarse en exceso recibe alertas y guías sobre control de gastos; quien invierte en exceso en un solo producto, aprende sobre diversificación.

3. Formación integrada en productos reales
Cada operación se convierte en una oportunidad de aprendizaje: desde entender la diferencia entre interés nominal y TAE hasta analizar cómo afecta la inflación a la rentabilidad.
Como señala AEFI, “la innovación fintech no es solo tecnológica, sino también pedagógica: enseña mientras financia”.

De la innovación tecnológica a la responsabilidad educativa

El reto de la próxima década no será solo crear nuevas herramientas financieras, sino garantizar que los usuarios entiendan cómo funcionan y qué riesgos asumen.
En esa tarea, las fintech tienen una ventaja y una responsabilidad.
Al ser más ágiles y cercanas, pueden integrar la educación en el propio diseño del producto; al mismo tiempo, deben hacerlo con transparencia, ética y rigor.

“La educación financiera es la base de la confianza. Y sin confianza, no hay innovación sostenible”, recordaba recientemente Marta Pascual, representante de AEFI.

Invertir en educación financiera no es filantropía, sino estrategia: usuarios más formados toman mejores decisiones, reducen el riesgo de impago y confían más en los canales alternativos. Para España, donde el ecosistema fintech sigue creciendo, esto significa una oportunidad doble: acelerar la inclusión financiera y elevar el nivel de conocimiento económico general.

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